viernes, 13 de febrero de 2009

Matrimonio con Dios

Erase una vez una historia amoral que partía de una premisa religiosa y desembocaba en una acción deleznable. No hubo tiempo para construir una moraleja apropiada; tampoco para reflexionar sobre lo ocurrido. Y obviamente, ninguno de los que, a lo largo de los años, supieron de la historia, tuvieron el valor de contarla a un mundo cegado por valores de cera. Decidieron guardar el secreto entre muros sagrados. No fue necesario que nadie diese la orden. Todos callaron; fueron cómplices de horrores indescriptibles. Hombres y mujeres, encargados de predicar el mensaje de Dios, se negaron a alzar la mirada, contemplar el cielo y buscar una respuesta. Pues ésta podría ser inoportuna. Fe y sentido común siempre fueron conceptos enfrentados. ¿Qué otra cosa podían hacer? Nadie les avisó que una erección podía subsistir tras contraer nupcias con el Todopoderoso. Creyeron que el amor por Dios sería suficiente para paliar la lívido. Nunca pensaron que el deseo pudiera trastornarles de ese modo. Hasta el hombre más recto es capaz de transformar un acto de amor en una aberración cometida a hurtadillas. Ocultos sus rostros bajo caretas angelicales, fingían ser ángeles sobre la tierra. Pero sólo eran seres humanos que no conocían el amor de la carne. Dios lo entendería, pensaban, henchidos de rabia, pues Él, es misericordioso con aquellos que le sirven; y sus jóvenes monaguillos, bueno, tendrían que aprender a vivir con lo que habían hecho durante el resto de sus vidas y esperar que su dolor espiritual cicatrizase junto con las heridas provocadas por el Diablo.