jueves, 2 de diciembre de 2010

THE ADDICTION

"No somos pecadores porque pequemos, pecamos porque somos pecadores", esta frase, apenas susurrada por la vampiresa llamada Casanova —interpretada por una inquietante y sensual Annabella Sciorra—, mientras permanece envuelta entre las sombras de una sórdida habitación de hospital, sintetiza a la perfección la premisa inicial que hace avanzar una película de vampiros, tan bizarra como interesante.

“The Addiction” es una película de bajo presupuesto, dirigida por Abel Ferrara —uno de los directores más interesantes e inclasificables del panorama independiente actual— y escrita por Nicholas St. John —un guionista excepcional, quien parece haberse evaporado, como por arte de magia, tras escribir el libreto de la intensa “El Funeral”.

La película trata de ahondar en la naturaleza del ser humano, y se vale del género –en concreto, del vampírico— para alcanzar una mayor libertad creativa, y potenciar, mediante una atmósfera asfixiante y sucia, los elementos narrativos y emocionales de una historia que indaga —como ya viene siendo habitual en la filmografía de este director— en la religión, la tentación, el vacío existencial, la culpa, el deseo, la violencia, la autodestrucción, la necesidad de sentir, la incapacidad de amar, la redención…

Aunque es verdad que esta misma historia podría haberse rodado sin necesidad de emplear ningún elemento sobrenatural. Al fin y al cabo, los vampiros actúan y viven como drogodependientes contemporáneos. La elección por parte del guionista de emparentar la cinta con el género de vampiros, no hace sino acrecentar los sentimientos que revuelven el estómago de los personajes.
La realidad desangelada y distorsionada —encuadrada en un perfecto blanco y negro, casi siempre cámara al hombro, mediante planos picados y contrapicados, muy cerrados— ofrece al conjunto un acabado subrayado, sin concesiones. El cual potencia la desesperación y el vacío existencial de unos personajes que no logran encontrar la paz interior; y como consecuencia de ello, se ven abocados a la fatalidad y a asumir roles más propios de mártires religiosos, aceptando el sufrimiento y la autodestrucción como únicas vías redentoras.

Cada uno de los fotogramas que componen la película, así como las relaciones de dependencia extrema de la sangre, favorecen la empatía con la protagonista de la cinta —interpretada por una magistral Lili Taylor— que se ve abocada a descender a los infiernos, después de ser mordida por un vampiro, para encontrar las respuestas que, durante eras, han instigado las mentes y los corazones del ser humano.

Intentar responder las preguntas filosóficas que nacen de la tesina que está escribiendo —la cual trata de discernir si la atrocidades cometidas por la especie humana, son fruto de las circunstancias o de una naturaleza intrínsecamente malvada— llevarán a la protagonista a adentrarse en las enfermizas garras de la adicción.

La película no proporciona contestaciones obvias, acerca de la naturaleza del ser humano y sus acciones descarnadas. Porque esta pequeña obra de culto no pretende dar lecciones. Se limita, exclusivamente, a lanzar preguntas al espectador. Quien luego —si así lo desea— puede buscar respuestas, por sí mismo, o en compañía de otros. Pues esta película es de aquellas que después de salir del cine, apetece comentar, hasta bien entrada la noche. Aunque nadie haya sabido responder —al menos, de una manera rotunda—, desde que Caín asestara un golpe traicionero y mortal a su hermano Abel, qué es lo que nos hace abrazar, con tanta facilidad, el monstruo que parece vivir en lo más hondo del ser humano.

Por último, me permito el lujo de aportar algunos datos que pueden resultar interesantes a quien después de leer estas líneas, deseé darle una oportunidad a esta película y dedicarle poco más de hora y veinte minutos:

Nicholas St. John comenzó a escribir el guión de esta película cuando falleció su hijo, en un desgraciado accidente de tráfico; lo que quizá explique el pesimismo y el desánimo que inunda toda la cinta.

“The Addiction” solo pudo estrenarse en cines, tras el rotundo éxito que obtuvo “El Funeral”. Película posterior de Abel Ferrara, que, sin embargo, se estrenó con anterioridad.

Ninguno de los actores que participó en la película cobró un dólar, mientras la rodaban, lo que le que le granjeó graves problemas a Abel Ferrara y a su productor con el sindicato de actores.

Christopher Walken apenas aparece unos minutos en pantalla, pero da una memorable lección de lo que es una magistral interpretación.

Dicho esto, sólo cabe invitaros a ver la película, y constatar si estáis de acuerdo o no, con lo aquí expuesto.