jueves, 1 de diciembre de 2011

Camelot Warriors, de Dinamic

La impresionante carátula del juego
No se puede entender cómo fue el mundo de los videojuegos de 8 bits, sin hacer especial hincapié en las impresionantes carátulas de los videojuegos; sobre todo, las del software español. Pues las compañías españoles tuvieron la inmensa suerte de contar con ilustradores de la talla de Alfonso Azpiri, capaz de crear pequeñas piezas de arte, cuyo destino no eran las salas de exposición ni las páginas de un cómic —que también—, sino ocupar las estanterías destinadas a salvaguardar nuestra preciada colección de cintas de casete, cartuchos o discos.

Basta echar un somero vistazo a la carátula de “Camelot Warriors”, para constatar un hecho irrevocable: lo primero que llamaba la atención del aficionado a los videojuegos de entonces eran las ilustraciones que adornaban las portadas —pues la información sobre el videojuego en cuestión, se reducía a la revista “Micromanía”, y  poco más—. Recordad que era una época donde los gráficos no podían alcanzar las cotas de calidad actuales, debido a que se trabajaba con recursos muy limitados, y resultaba fundamental contar con un buen dibujo en la portada para atraer posibles compradores y avivar la imaginación de quienes los jugábamos.

Hace relativamente poco, por fin, ha aparecido un volumen que aglutina todas las carátulas ilustradas por Azpiriz, a todo color y con una muy buena calidad de impresión. El lujoso libro, titulado “Spectrum, El Arte para videojuegos de Azpiri”, está editado por la poderosa “Planeta De Agostini”, y se puede encontrar con cierta facilidad en cualquier librería.

Nostálgica portada de este maravilloso libro... algún día lo tendré en mi estantería.


Pero centrémonos en el videojuego que nos ocupa. 


Pantalla de presentación

“Camelot Warriors” es un juego que se ha convertido en uno de los estandartes más destacados de lo que se dio en bautizar como  “La edad de oro del soft español”, gracias al talento de los integrantes de una de las compañías más importantes de aquel tiempo, fundada por los hermanos Ruiz, llamada “Dinamic Software”.

El creador del juego no fue otro que Víctor Ruiz, uno de los pocos programadores de 8 bits que todavía sigue ligado al mundo de los videojuegos. Y digo esto, porque el infortunio se ha cebado con aquella irrepetible generación de jóvenes programadores, quienes aprendieron a programar de forma autodidacta y lograron, sin apenas medios, que los ojos de medio mundo se fijaran en el software español. 

Víctor Ruiz allá por los inicios de la década de los 80

Cuando el videojuego carga, después de elegir las opciones del menú y disfrutar de la maravillosa banda sonora, empezamos la aventura siendo un apuesto y sagaz caballero armado de aspecto medieval que puede caminar, saltar y propinar poderosos mandobles con su afilada espada. Durante la partida tendremos que ponernos en su piel y enfrentarnos a toda suerte de criaturas maligna, que vienen y van por la pantalla —gracias a las rutinas programadas—, y cuyo contacto nos hará perder una vida de las siete con las que contamos al inicio de nuestra andadura.

Aunque, avanzada la aventura, nos veremos también transformados en una rana, que tendrá que sortear un sinfín de enemigos, saltando y esquivando, mientras se mueve por las turbias aguas que le llevarán al último nivel, y a recuperar su forma humana. 

El fuego que no quema

La diversión está garantizada en este encomiable arcade de plataformas, cuya elevada dificultad puede desesperar a aquellos jugadores que no sepan cultivar la calma. Pues se necesita de muchísima práctica y paciencia para superar cada una de las pantallas; las cuales, al contrario de lo que ocurre ahora, carecen de scroll, lo que provoca que, a veces, al pasar de una pantalla a otra, no podamos evitar chocar contra un enemigo que se nos interpone constantemente.

La ambientación resulta muy eficaz, a pesar de que sea minimalista. Debido a lo cual, resulta sencillo sumergirse en el ambiente medieval de la historia.

La versión de Amstrad CPC, debido a que nuestro querido microordenador contaba con una amplia paleta de colores para la época, nos brinda un espectáculo para la vista. Además, de unos gráficos enormes, muy detallados y coloridos.

Los programadores exprimieron la máquina al máximo, y supieron dotar al personaje de movimientos ágiles y bonitos —a pesar de ser algo limitados; por ejemplo, no podíamos agacharnos o golpear por encima de nuestra cabeza—, y de una buena respuesta a las pulsaciones del teclado.


De todas formas, si queréis un emulador gratis y no sabéis cual, mirad este enlace de los compañeros de Amstrad Esp -uno de los mejores sitios para saber más del Amstrad y donde podréis encontrar gran variedad de títulos clásicos y nuevos; sí, la escena retro está viva, aunque cada vez más parada en el caso concreto de Amstrad.
Con el monitor en fósforo verde, como el que yo tuve en mi casa
En caso, de que no sepáis o tengáis alguna duda o curiosidad al respecto, decidmelo en los comentarios, y os aclararé todo lo que esté en mi mano.