miércoles, 14 de diciembre de 2011

Saboteur, versión Amstrad CPC

Versión inglesa

“Saboteur” fue desarrollado en 1985 por “Durell Software”. Recuerdo que cuando jugué por primera vez a “Saboteur”, en mi Amstrad CPC 464, me quedé fascinado por el tamaño y la calidad de los gráficos. Visto hoy en día, fuera de contexto, no resulta tan impresionante. Pero recordemos que estamos hablando de un videojuego que se desarrolló para microordenadores de 8 bits, y debe ser analizado teniendo en cuenta dicho contexto.

Aún así, hoy día, continúa conservando la magia de entonces, y aquel embriagador regusto a película de Ninjas modernos que tanto proliferaban allá por los ochenta, cuando salio el videojuego. Y no os equivoquéis, no es sólo un videojuego destinado a quienes lo descubrimos en nuestra niñez, porque aquellos que ni siquiera habían nacido por aquel entonces, si tienen una mente abierta y curiosidad por escarbar en la historia de los videojuegos, podrán pasar varias horas maravillosas, intentando completar esta magnífica historia de un Ninja infiltrándose en un peligroso complejo plagado de enemigos.


Lo primero que llama la atención, como solía ser habitual en aquella época, era la impresionante carátula original: un Ninja montado en moto, siendo atacado por un par de panteras. Aunque tampoco estaba mal la carátula que sacó Erbe en España: el mismo Ninja propinando una patada en el aire y disparando con una metralleta. ¡Qué más se podías pedir!

El inicio del videojuego te deja bien claro cómo va a ser el desarrollo del mismo. Un Ninja, en mitad de la noche, viajando en una pequeña balsa, que salta a unos metros del puerto, y luego sube por uno de los pilares de madera.

La experiencia de meterse en la piel del experimentado Ninja, en aquellos tiempos, se tornaba toda una aventura.

Tú misión es infiltrarte en una especie de almacén, o complejo enemigo, con el propósito de recuperar un disco que contiene un listado con los nombres de los líderes rebeldes. Luego, tendrás que escapar en un helicóptero, después de activar una bomba, antes de que ésta vuele todo el complejo.


Cuando empiezas el juego tienes una estrella Ninja, o más concretamente, un shuriken; que en las primeras partidas, cuando te estas haciendo con el control del teclado o del Joystick, siempre acababas disparando sin querer y desperdiciando. Pero una vez te adaptas al teclado, te resulta útil sirve para derribar a un enemigo a larga distancia.

Para completar el videojuego tenemos que recorrer el almacén, los túneles subterráneos y el centro de control —inolvidable cuando tomabas aquella especie de tren que recorría las profundidades.

Contamos con una barra de energía que merma a medida que sufrimos algún tipo de daño, ya sea una mala caída, golpes o ataques de cualquier índole, tanto de los guardianes como de los perros; o también si pasamos más tiempo de la cuenta bajo el agua. Se recupera energía descansando, durante un breve lapso de tiempo, en algún lugar donde no podamos ser agredidos.


Tenemos que estar pendiente de los dígitos de una especie de cuenta atrás, pues nuestra misión debe ejecutarse en un tiempo concreto.

Nuestro personaje puede realizar una gran variedad de movimientos: agacharse, saltar, ascender y descender escaleras, correr, propinar patadas en el aire, puñetazos, etc. También puede tomar objetos arrojadizos, como ladrillos, tubos, encontrados en estancias oscuras, montones de basura o cajas de madera.

Cuando nos infiltremos en zona enemiga, es importante desactivar las medidas de seguridad con las que cuenta el complejo en cuestión, para poder acceder a los distintos niveles.

Una opción interesante es la posibilidad de graduar el nivel de dificultad, cosa que se agradece, pues no sólo facilita que el jugador no se frustre enseguida, si no es capaz de avanzar en la aventura; sino que permite que los jugadores que hayan completado el videojuego, puedan alargar la vida del mismo, aumentando el nivel de dificultad.

Versión ERBE

En conclusión, “Saboteur” es una videoaventura, con elementos de puro arcade, perspectiva horizontal, gráficos detallados y grandes, buenas animaciones y muy adictivo.

Jugado hoy en día, le ocurre lo mismo que, por ejemplo, a “The way of the exploding fist”, es decir, sus movimientos resultan algo toscos y la respuesta de las teclas es mejorable.

Y luego, qué. Pues vendría una continuación que a mí, en su momento, no me gusto, pero dada las buenas críticas que recibió, tendré que probar en mi emulador de Amstrad CPC 464. 


De todas formas, si queréis un emulador gratis y no sabéis cual, mirad este enlace de los compañeros de Amstrad Esp -uno de los mejores sitios para saber más del Amstrad y donde podréis encontrar gran variedad de títulos clásicos y nuevos; sí, la escena retro está viva, aunque cada vez más parada en el caso concreto de Amstrad.

En caso, de que no sepáis o tengáis alguna duda o curiosidad al respecto, decidmelo en los comentarios, y os aclararé todo lo que esté en mi mano.

Almas condenadas, de Wes Craven


La película es un fiasco, y de los grandes. No tiene nada digno de ser reseñado. El guion es previsible, la trama anodina, los diálogos absurdos y los personajes planos y faltos de carisma.

Esta nueva incursión en el género de terror no aporta absolutamente nada. No es más que un compendio de cosas ya vistas.  Y lo más sangrante es que quien se encuentra al frente de la dirección no es ningún recién llegado, al que se le pueda perdonar haber realizado un film insufrible, sino que se trata del mismísimo Wes Craven —quien parece empeñado en destrozar la reputación de cineasta de culto que se ganó a pulso con sus primeros títulos.

Es una pena contemplar como quien fue considerado uno de los maestros del fantástico, intenta imitar descaradamente el estilo visual de sus aventajados pupilos, como si no entendiera que Rob Zombie o Alexandre Aja —por citar dos de los más destacados— han aprendido a hacer cine viendo sus películas y la de sus otros coetáneos —como Tobe Hopper o John Carpenter—, y que copiar su estilo resulta, cuanto menos, aberrante. A no ser, claro, que Craven haya perdido el rumbo y no sepa qué hacer con su carrera.

Adaptarse o morir, debe pensar el director americano.

Basta contemplar la escena inicial —indigesta y torpe— para darse cuenta de que va a ser difícil mantenerse los ciento siete minutos que dura la película sentado en nuestra butaca, y no salir espantado de la sala donde se proyecta la película.

El asesino en serie pretende estar a la altura de los clásicos, y para ello le han dotado de un aspecto similar a estos —un hombre corpulento, ataviado con una gabardina sucia y raída, portando una atractiva y peculiar navaja, con una larga y grasienta caballera y el rostro grotescamente deformado—, y no les llega ni a la suela de los zapatos. Ojalá lo hubieran hecho mudo también, pues tiene las líneas de diálogo más bochornosas de todo la cinta.

Los personajes se ajustan a los estereotipos de las películas americanas de adolescentes. El grupo de chicas monas y malas; el capitán del equipo de fútbol, y matón en sus ratos libres; la típica chica con aspecto de animadora, que se va con las malas, pero que en realidad es buena y le gusta el supuesto perdedor, interpretado por un chico guapo que quieren hacernos pasar por el alumno feo y marginado del instituto; el mejor amigo de éste, cuya relación con su progenitor es una mera excusa para justificar las fallas de un guion caprichoso, y quien se supone que se encarga de aportar el tono cómico a la trama, soltando una ristra de comentarios tan graciosos como indigestos; los dos amigos que sólo sirven para rellenar; la chica apocada y la fanática religiosa… y otros tantos —el policía, la madre preocupada, el director, etc.— tan planos como los nombrados anteriormente.

Por desgracia, nos encontramos ante una película mediocre que, por desgracia, tendrá una segunda entrega si hace dinero.